domingo, 21 de mayo de 2017

Sobre batas y chándales… recargado.

En el año 1979 Rainer Martens, fundador de la editorial Human Kinetics, escribía un artículo en la revista “Journal of Sport Psychology” que se titulaba “About Smocks and Jocks” (entiéndase como: Sobre batas y chándales). En éste artículo, el cual no tengo intención de replicar pero sí de analizar, el autor trataba temas muy pertinentes para la época y que si bien algunos se han superado ya, otros contenidos siguen en vigencia.

Uno de estos es la función o rol que puede tener un psicólogo en el mundo del deporte; convengamos en llamarlo psicólogo del deporte o deportivo. Lo más común cuando se escucha la palabra psicólogo a secas, es que se piense en: locura, demencia, enfermedades mentales, problemas emocionales, el concejero, y tantas otras atribuciones que hemos tenido que escuchar a veces sin pedirlas. Si bien es cierto que buena parte de la formación del psicólogo se encamina a resolver temas relativos a la salud y que muchos de los psicólogos se especializan en éste campo, no son la totalidad, y la psicología brinda la maravillosa oportunidad de tener numerosos campos de acción que a veces desconocemos, como es el deporte por ejemplo.

“Si alguna vez te surgen dudas de dónde puede actuar un psicólogo, basta con que veas a tu alrededor. Si ves PERSONAS, en ese entorno siempre tendrá cabida un psicólogo.”

Martens decía que cuando se le pregunta a algún entrenador en el mundo del deporte sobre nuestra función, ellos respondían que la psicología del deporte sólo trata de ayudar a los deportistas con problemas emocionales. Lastimosamente, así sigue pensando la mayoría de la población.

Nuevamente, repito, hay psicólogos clínicos en el deporte que proporcionan ese servicio, y son muy bienvenidos cuando la situación lo requiere. Pero no se puede asumir que el trabajo es el mismo. Pensar que como entrenador, sólo debo introducir un psicólogo clínico dentro del campo de juego y resolverá los problemas de los deportistas por el simple hecho de ser psicólogo, es lo mismo que pensar que a un futbolista lo saco de la cancha y lo meto en una piscina esperando que rinda en una prueba de 100 metros libres. Probablemente lo logre porque es deportista y cuenta con capacidades físicas y mentales suficientes, pero no es el mismo deporte, no se le puede exigir de la misma manera. Lo mismo pasa con el psicólogo clínico, probablemente pueda resolver situaciones que se presenten en el campo de juego, pero un psicólogo del deporte se ha formado para responder con mayor precisión al contexto deportivo. La psicología es la misma, pero la importancia e influencia del contexto es innegable.

“La psicología del deporte será seguramente un campo saludable cuando reconozcamos que los procesos psicológicos internos que se producen cuando las personas practican deporte deben ser entendidos dentro del contexto social del deporte” (Martens, 1979).

Por otro lado, no siendo menos importante, se debe mencionar que la mayoría de los trabajos de los psicólogos del deporte se centran en ayudar al deportista a desarrollar habilidades psicológicas para acompañar sus habilidades físicas, técnicas y tácticas. Estas habilidades psicológicas pueden ser: aprender a identificar sus emociones para saber utilizarlas en un momento determinado, enseñar como automotivarse, aprender a dirigir la atención y concentración, aprender a establecer objetivos,  aprender el diálogo interno, y la exaltación de valores positivos entre otras.

Teniendo en cuenta lo anterior, y habiendo entendido y aceptado la diferencia entre los profesionales de la psicología, el siguiente paso es el más duro, es el que debemos dar todos, (incluyendo los psicólogos) pero sobre todo deportistas, entrenadores, directivos, padres de familia, amigos, aficionados, y toda la población en general, porque esto aplica para todos los campos de la psicología.

Hay que normalizar el rol del psicólogo.

Javier Irureta, un entrenador Español de fútbol, conocido por sus éxitos con el club Deportivo de La Coruña en la Primera División Española dijo alguna vez:

“…porque al principio estaban los jugadores y el entrenador. Luego se puso un segundo entrenador. La tercera pata fue el médico y la cuarta han sido los preparadores físicos, que se introdujeron hace treinta años. La siguiente tiene que ser la de los psicólogos, siempre adaptados al fútbol…”.

Aunque es una frase sacada del mundo del fútbol, la anterior da cuenta de la evolución en el entrenamiento deportivo. Los psicólogos y la población en general debe tener en cuenta como se normalizó el rol del fisioterapeuta y el del preparador físico (PF). El fisioterapeuta no solo trabaja con deportistas lesionados o fuera de competición; Y aunque así lo hiciera (trabajar únicamente con lesionados), y se le atribuyera su trabajo con una característica “negativa” del deporte como es la lesión, siempre se le concede una posición importante dentro del organigrama del cuerpo técnico, y no se le conoce como “el de los masajes” (a modo de menosprecio), y su trabajo es muy apreciado por todos, cualquier jugador puede ir al fisio para prevenir dolencias y mejorar la movilidad articular, recuperar el cuerpo después del desgaste competitivo, etc.

El preparador físico no solo es para equipos o deportistas de élite, cualquier persona puede consultar un preparador físico cuando inicia una actividad deportiva; el P.F busca la adaptación física a un medio (deporte) determinado y no por esto se considera menos importante, no por el hecho de que cualquiera pueda tener acceso a uno se considera su aporte como de baja calidad o de poca importancia. De la misma manera un psicólogo del deporte no solo trabaja con problemas mentales y conductuales, también ayuda a optimizar los recursos que se tienen actualmente para acondicionar, y adaptar la mente al movimiento, la actividad física, el ejercicio, el entrenamiento, el deporte y la competición, desarrollando algunas habilidades que ya he mencionado con anterioridad en éste texto.

Ahora, no solo es una tarea de los demás, los psicólogos también deben actuar activamente. El psicólogo deportivo tiene la responsabilidad de “saber más de lo evidente”. Debe saber de psicología, debe saber de deporte en general (a nivel físico, técnico-táctico), y debe saber DEL deporte específico al que va a entrar a trabajar. Nunca puede dejar de ser estudiante, y debe capacitarse continuamente para rendir al máximo. Porque es impensable un psicólogo del deporte que intente exigir el máximo de sus compañeros, colegas o los deportistas con quienes trabaja si él mismo no se exige continuamente a mejorar en su campo para poder ofrecer más, siempre más.

Volviendo a Martens y su artículo, él menciona que la psicología del deporte no se ha logrado instalar con firmeza en el mundo deportivo por varias razones que por la extensión no voy a tratar en su totalidad, pero tratando de resumir decía que mucha de la culpa la tenemos nosotros los psicólogos, pues en un inicio intentamos estudiar la conducta en el deporte como se estudiaba en el laboratorio. Es así que nace su frase: “He reemplazado mi bata de laboratorio por el chándal deportivo cuando es necesario”.

“Es, por desgracia, porque nuestros conocimientos no han sido desafiantes, los temas estudiados no han sido críticos, y nuestros datos no son convincentes a las cuestiones vitales en el deporte” (Martens, 1979).

Personalmente creo que poco a poco hemos ido alejándonos de éste postulado y cada vez hay más actuación por parte de los psicólogos deportivos dentro de la cancha que en los laboratorios. Sin embargo, algunos colegas tienden a pensar que la mera observación es poco científica. Incluso algunos miembros del mundo del deporte dicen que “no hacemos nada”, “que solo miramos”. Deberían saber que la observación es mucho más compleja que sólo mirar, y aunque observar (como en su época lo dijo Martens) no es la solución a todos los problemas, es el mejor inicio del proceso de aportación de la psicología al deporte.

Se debe observar más dentro del campo y después probar las hipótesis que formulemos en el mismo campo, y no probar las hipótesis que traemos de otros campos (recordar ejemplo del futbolista en la piscina) para después observar en el laboratorio que pasa. Para entender un poco mejor lo anterior quisiera mencionar una frase que le compartí a un gran amigo cuando nos reunimos a escribir un nuevo proyecto y es:

“Tenemos que dejar de meter teoría al campo, para sacar la teoría del campo.”

Como no todo pueden ser críticas, me uno a las sugerencias que hace Martens posteriormente en una entrevista personal. Se debe mejorar la cooperación entre el psicólogo y el cuerpo técnico en su totalidad, y después entre el cuerpo técnico y el equipo/deportista. Hay que ayudar a entender que todo deportista inicia con la curiosidad por un deporte, luego el interés y el talento que pueda tener se combinan para dar lugar al nivel de la motivación que tendrá para trabajar todos los días de cara al éxito. Sabemos que los psicólogos podemos identificar el talento y darle la oportunidad de elegir desarrollarlo o no. No debe existir presión en ningún momento de esta decisión, y por eso estamos capacitados para acompañar este tipo de decisiones que tome el deportista. Decida lo que decida, ahí debemos estar, y descubrir que un buen deportista no tiene miedo al fracaso pero lo acepta como parte de la vida y es una motivación más para seguir.

Y aquí hago un paréntesis para resumir y concluir lo que hemos venido discutiendo:

1.     Sí, el psicólogo puede tratar problemas emocionales, trastornos mentales y alteraciones en la conducta.
2.     No, el psicólogo no es sólo eso.
3.     El psicólogo del deporte, aunque podría, no trabaja con esas problemáticas, se especializa en el deporte.
4.     Específicamente contribuye a la optimización de los recursos psicológicos del deportista para mejorar su rendimiento deportivo.
5.     Es normal considerar que todo deportista en cualquier momento de su actividad debería contar con la participación de un psicólogo del deporte en su staff/cuerpo técnico.
6.     El psicólogo del deporte está comprometido a dar lo mejor de sí mismo, desde su profesión al deporte.

Como psicólogos tenemos también una gran influencia en la carrera de los profesionales con los que coincidimos, directa o indirectamente. Sabemos como modificar el comportamiento humano para bien, y nunca debemos dejar de perseguir ese proceso. No se nos debe olvidar que además de mejorar el rendimiento también tenemos que procurar el bienestar del deportista, que antes de deportista es persona. Somos nosotros los profesionales que podemos contribuir a que busquen el equilibrio en sus vidas y sus carreras. Debemos procurar que trabajen un balance y que no se descuide ni lo físico ni lo mental, ni emocional, ni social.

“El bienestar primero, la competición después”.

Felipe Turbay de Mier.
Psicólogo del Deporte.


Referencias
Martens, R. (1979). About Smocks and Jocks. Journal of Sport Psychology, 2, 94-99.