miércoles, 11 de octubre de 2017

La respuesta a un ¿por qué?


            La motivación puede interpretarse de una manera muy básica como el deseo de hacer, o no, las cosas. La palabra “motivación” está relacionada con la palabra “motivos” por lo cual cuando se ve una persona motivada se suele decir que es alguien que tiene motivos, motivos para llevar a cabo acciones determinadas. Y es por esto que me parece importante recalcar que la motivación es subjetiva, lo que quiere decir que los motivos que me llevan a mí a realizar una acción no tienen por que ser los mismos que te lleven a ti a realizar la misma acción. Al igual que con la ansiedad, se puede hablar de estado motivacional y rasgo motivacional, donde el estado es dinámico, momentáneo, temporal, y fácil de identificar después de un acontecimiento concreto. El rasgo motivacional son las tendencias mantenidas y repetidas en el tiempo, previas a la realización de una acción

A pesar de todo esto, muchos autores consideran correcto catalogar la motivación como una fuerza, una energía, y por tanto como algo que se transforma, que es variable. Mediante el cambio de la motivación se espera que puedan cambiar su intensidad o su tipo. Si hablamos de intensidad, esperamos que existan cambios en la energía (ya sea aumento o decrementos) que haría referencia a que tan fuerte o débil es la motivación de una determinada persona; pero si hablamos del tipo de motivación se hace referencia a la dirección de la acción.

            Ahora bien, si nos quedamos con ese concepto de la motivación como energía es importante diferenciarla de otros tres conceptos que normalmente suelen solaparse con el de motivación y son:
necesidad, impulso, e instinto. El ser humano buscará siempre su supervivencia de manera consciente e inconsciente siempre que no esté manipulado, y para encontrar esta supervivencia están las “necesidades” que surgen debido a la ausencia de algo. Y aunque sea difícil, debemos comprender que ésta necesidad como tal no es la motivación, el vacío en sí mismo no es motivacional. La motivación es la energía puesta en llenar este vacío, es la que nos incentiva a realizar la acción de responder a estas necesidades. Sin embargo, este concepto de necesidad suele confundirse con el de “instinto”, y a pesar de que el instinto y la necesidad están ligados, no son iguales y definitivamente ninguno de los dos conceptos en si mismo “es” la motivación. Un instinto es un patrón de acción natural (por natural entendemos: químico/biológico/genético) y este instinto puede generar una necesidad como un móvil para al final, lograr ser cumplido, pero será la motivación de querer, o no, realizar una acción, la que permita satisfacer las necesidades que cumplan un instinto. Y si bien las necesidades son móviles naturales para la motivación, también pueden serlo las emociones, a lo cual se le conoce como impulso: una acción deliberada que se realiza debido a una emoción particular sin racionalizarla.

Con lo anterior quiero decir, que el sólo hecho de tener hambre (una necesidad) no me hace tener motivación para comer, es el hecho de pararme a buscar la comida lo que en verdad es motivación. Y estar enojado puede hacerme golpear una pared (un impulso) ya que la acción fue motivada por una emoción y no me detuve a pensarla. En pocas palabras, la motivación es el proceso, no es el inicio ni el fin de las conductas.

Se han clasificado las fuentes de la motivación en dos: internas y externas. Las internas son motivaciones básicas que como lo comenté anteriormente van encaminadas a cumplir el instinto de supervivencia mediante necesidades fundamentales como: Metabólicas (necesidad de respirar, comer, beber, dormir) Reproducción, Comodidad (abrigo y limpieza), Seguridad, Movimiento, Crecimiento (aprendizaje), Salud. Las externas responden más a motivos sociales como: Motivación de logro, De poder, de altruismo, de afiliación.

            Entonces, teniendo en cuenta todo lo anterior, nos podemos dar cuenta por qué la motivación es fundamental en todo deporte. Sin la energía de querer realizar una acción (entrenar o competir) el deportista no es nadie. La motivación cuenta con un papel fundamental en todo proceso deportivo porque es el “combustible” mental de cada atleta.

            En el deporte se entiende que la motivación es la capacidad de un deportista de iniciar y mantener una tarea, que posteriormente será un ejercicio y se convertirá en un entrenamiento que a su vez preparará para una competencia. Y así como la nutrición permite un óptimo rendimiento y una óptima recuperación posterior, la motivación facilitará que se mantengan los esfuerzos para conseguir los resultados que se esperan bajo los objetivos planteados.

Se le da tanta importancia a la motivación porque es lo que te permitirá ejecutar acciones a pesar de la fatiga y el dolor. Y porque la motivación puede potenciar o restringir el rendimiento deportivo ya que esta estrechamente relacionado con la condición física, las habilidades técnicas, y el entrenamiento invisible. Además, se insiste tanto en la motivación por parte del staff técnico y los profesionales alrededor del deportista porque se cree que ésta es la única variable en la que el deportista tiene real y absoluto control y en la que no puede influir nadie más de manera directa.

Se da por hecho que la motivación se debe trabajar siempre en el aspecto psicológico de un deportista pero no se nota lo difícil que es en realidad éste proceso, porque primero que todo es absolutamente individual y subjetivo y segundo porque responde a causas o fuentes múltiples. Se delega el trabajo de “motivar” a los deportistas a cualquier persona sin importar quien sea o qué quiera ésta. La motivación, al ser un proceso, debe trabajarse como tal. No basta con cubrir las necesidades o dominar los impulsos, no se trata únicamente de cambiar las respuestas o modificar las conductas, porque la motivación es aún más profunda que eso. La motivación es el proceso psicológico que impulsa la acción mediante el cual nos aproximamos a los objetivos que nos planteamos, sean internos (voy a comer) o externos (voy a triunfar) y siempre responde a un “por qué”, ¿por qué voy a madrugar? ¿por qué voy a trabajar? ¿por qué voy a entrenar? ¿por qué compito? y para esto es útil plantearse metas, retos, objetivos, etc., por lo cual siempre viene bien la ayuda de un psicólogo que logre revelar los verdaderos MOTIVOS que responden esas preguntas, porque como decía Víctor Frankl:

            “Quien tiene un por qué vivir, encontrará casi siempre el cómo”

Felipe Turbay de Mier
Psicólogo deportivo